¿Existe de verdad la moda sostenible?

Este reportaje fue publicado en la revista Ballena Blanca, una revista independiente trimestral que funciona por suscripción (te animo a que formes parte también de un proyecto precioso de periodismo libre y de calidad). Aquí, la versión web publicada por el medio.

(…) Pretendemos entender qué solución podemos darle a la ropa, uno de los materiales que más espacio ocupa en nuestras vidas y el que peor salida tiene en términos de reciclaje.

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Maia, la diseñadora de Skunkfunk en la tienda de Bilbao el pasado mes de octubre de 2017.

¿Cuánta ropa jubilaste la última vez que organizaste el armario? Posiblemente sólo en estas ocasiones, o sea, una o dos veces al año, eres consciente de cuánta ropa que almacenas. Es quizá ese el único momento en el que caes en la cuenta de que, cuando dejes de darle uso, esa camiseta, se convertirá en basura. ¿Y qué piensas hacer con ella? Después de ganarse un puesto en una bolsa las opciones que te quedan son hacerla trapos, llevarla a una parroquia o una ONG, depositarla en un contenedor de ropa o tirarla al cubo, con el resto de los desechos; quizá intentes venderla con mayor o menor éxito como ropa de segunda mano, o cortarle las mangas y darle un toque más tropical. En el peor de los casos, y sin embargo el más común, tus prendas se convierten en un residuo cuyo destino, más allá del contenedor, tiene sólo dos opciones: ser reciclada, reutilizada o destruida. Y llegado el momento, ¿qué es mejor?

Cada año se ponen a la venta en el mundo “entre 80.000 y 150.000 millones de prendas”.

Es la horquilla que maneja Gema Gómez, directora de Slow Fashion Next, expertos en moda sostenible. “Si no hacemos algo con esta materia, de ir al vertedero, sería una locura”, responde Gómez, “hay que pensar en la ropa como algo que va a acabar en algún sitio, que lo que nos sobra en los armarios, puede ser un tesoro para otros, pensar que lo que está inservible podemos reciclarlo de una forma industrial pero con mínimo impacto, porque el 100% de la ropa se puede reciclar, pero la tecnología aún tiene que avanzar para poder separar los tejidos orgánicos de los sintéticos que componen la ropa, igual que separamos un plátano de una lata de refresco para reciclar”. Para ella, la vida de la ropa debería empezar por la reutilización y cuando se decida reciclar, hacerlo de la forma más limpia posible. “Pero si hay que reciclar, cuanto más naturales sean las materias, más y mejor reciclaje”.

Así como el vidrio o el plástico tienen detrás toda una infraestructura que permite que su reciclado sea relativamente sencillo, en el caso de la ropa el trabajo no es tan directo y requiere de muchos más pasos. Apunta Joan Riera de Vall, profesor de la ICTA-UAB y experto en ecología industrial que la vida de una prenda “que acaba en una planta de reciclaje llega a su fin con su triturado, previamente separados por tejidos” y discriminado por tamaño de la fibra. “De un vaquero, por ejemplo, se extrae el algodón después de quitar cierres metálicos y de una camisa se desechan cuellos y mangas, que deshilan mal”, explica Carles M. Gasol, consultor ambiental del sector textil. Estos fardos de ropa, que se preparan en las plantas que separan las prendas, pueden usarse para generar nuevas fibras para ropa, pueden servir para aislamiento térmico o como parte del textil de un automóvil.

¿De qué depende que pueda volver a la vida como ropa? Entre otros factores, del volumen de desecho, la demanda o el coste de la luz, pero también y sobre todo “el tamaño de las fibras una vez machacadas”, añade Carles M. Gasol. Cuando las fibras aprovechables no son suficientemente largas, entonces deben mezclarse con otros materiales. Lo deseable es que este proceso de reciclado tire de la misma fibra, pero lo común es que esto se mezcle con otras fibras sintéticas, como el poliestireno. No siempre fue así. Entre las prendas que usamos para nuestra sesión encontramos un jersey hecho como los de antes, con la misma madeja. Volver a usar el jersey de la modelo de Ecologistas en Acción sería tan sencillo como destejerlo y volver a usar la misma lana.La responsable de Slow Fashion Next, que defiende los principios de la economía circular, considera que “crear tejidos no puros, sino derivados, convierte la prenda en un residuo nuevamente”.

“Sería un residuo eterno”, resume Gema Gómez. “Lo ideal sería que en el caso de reciclar el algodón, que puede quedar reducido a fibras muy pequeñas y requiere de mezcla, el 60% sea fibra vieja y el 40% sea fibra nueva” pero siempre algodón. Esta experta en textil explica que el poliéster y el algodón tienen fácil reciclado, pero que el principal problema es que la industria y la tecnología que ahora existe aún están muy lejos de contribuir “a cambiar el paradigma, buscar soluciones y pensar las prendas para que cuando acaben su ciclo no sean un residuo”. Gómez advierte de que a pesar de que las grandes marcas investigan cómo hacerlo, “harían falta 12 años para reciclar 1.000 toneladas de ropa con la tecnología actual”. La industria de la moda, sin embargo, es más optimista. Dicen invertir en I+D, en tecnología que perfecciona la separación de tejidos para su posterior reciclaje.

ZARA y H&M, ¿cómo lo gestionan?

Empresas como Inditex o H&M, que producen millones de prendas cada año y cambian sus colecciones varias veces al mes, dedican gran parte de su presupuesto de RSC a este capítulo. El pasado septiembre, la matriz de Zara anunciaba que había empezado negociaciones con el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) para encontrar soluciones al reciclaje de ropa y los de Arteixo estiman que, a medio plazo, reciclarán “500 toneladas de tejido al año, capaces de producir 48 millones de prendas”, explica una portavoz de la compañía. Esa cifra no representa ni un 5% de la producción, que sólo en 2015, fue de 1.000 millones de prendas. Otra de las grandes, H&M, trabaja con la planta de reciclaje de Soex en Wolfen, que dice reciclar el 15% de lo que le llega. Los dos gigantes de la moda disponen de contenedores en sus tiendas donde los clientes pueden dejar “trapos, calcetines, prendas de H&M, el textil que quieran”, asevera una portavoz de la compañía, el primero en recoger ropa en tienda.

“España es, detrás de Alemania, uno de los países más concienciados con el reciclaje y ocupa el tercer puesto entre los mercados que más ropa reciclan”, explica esta misma fuente. Gema Gómez, por su parte, aunque alaba el avance de estas compañías en estas materas, advierte: “sería importante saber si esto es pan para hoy y hambre para mañana, tenemos que buscar soluciones que no sean apaños, ideas definitivas, no alimentar un sistema que se nutre de materia de baja calidad”.Entre esta nube de cifras que cada uno presume y lee a su manera, surgen distintas soluciones para alargar la vida de la ropa. La sesión de fotos que ilustra este reportaje está pensada para compartir estos ejemplos que sirven de vacuna al síndrome del armario asfixiado y combaten lo que se ha venido a llamar “fast fashion”, es decir, plantarse delante o repensar el modelo de producción y consumo de la ropa y no sólo alargar su vida en nuestros armarios, sino evitar comprar de forma tan frecuente, si podemos evitarlo.

Ropa de hoy hecha como antes: Patagonia y Skunkfunk

El movimiento ‘slow fashion’ se centra precisamente en fabricar ropa con mayores estándares de calidad y de forma más sostenible, como se hacía antes. De hecho, nuestros modelos no disimulan encontrar entre las cajas que hemos preparado para que elijan modelo, ropa que podría estar en el armario de los más mayores de su familia, prendas “que aguantan mucho más que antes, sin duda”, comentan.Es cierto que contra la escasa calidad de las prendas, que se agujerean o pierden color cada vez más pronto, y el abaratamiento de los tejidos sintéticos son difíciles de combatir. De hecho, éste es uno de los problemas a los que se enfrenta el reciclaje de ropa. “A veces hay que plantearse si, dada la baja calidad del tejido, merece la pena reciclarlo”, expone el profesor Joan Riera de Vall. De opinión parecida es el economista ambiental Federico Demaria, experto en decrecimiento e investigador de la Universidad de Barcelona.

“Los materiales no se pueden reciclar hasta el infinito y durante el proceso de reciclaje se consumen recursos que no son reciclables, como la energía”. Demaria, asimismo, pone el foco en la obsolescencia programada de la ropa, de la que advertía, haciendo una autopsia a prendas de ropa y calzado, Stephan Schridde, autor de Murks! Nein, Danke (Berlín. Editorial Oekom, 2014), como contamos en el número X de Ballena Blanca.Contra esta obsolescencia lucha la marca de ropa Patagonia, cuyos principios fundacionales pasan por la resistencia de sus prendas, como el abrigo o los vaqueros que lleva el representante de WWF. No en vano, hace un par de años protagonizaron una sonada campaña (Don’t buy this jacket, mostrando sus propias prendas) en la que llamaban a la gente a no comprar lo que no necesitasen, de forma que el mensaje que transmitían es que su ropa dura y no obliga a desechar.

“Nuestra política es que todas las prendas deben cumplir con los estándares de durabilidad, multifuncionalidad y, además, que lleven una cantidad variable de material reciclado”, expone Florence Lesouef, responsable de comunicación de la compañía. “Para la confección según estos principios, con frecuencia nos encontramos con materiales que no existen, así que lo fabricamos nosotros”. En este sentido, la marca de surf y ropa de aventura es pionera en crear sus propios materiales orgánicos y reciclados. Así, al uso del cáñamo, el algodón orgánico o la lana reciclada, se unen tejidos inventados por ellos, como son el nylon y el poliéster reciclados. Este último fue introducido en sus procesos en 1993, aprovechando botellas de plástico. Sus políticas de sostenibilidad, además, dedican esfuerzos a enseñar a la gente a reparar sus prendas.

Una marca que te invita a arreglar para no comprar más

“¿Por qué deshacerte de una prenda porque la cremallera no funcione?”, reflexiona Lesouef, “si efectivamente la prenda no puede ser utilizada, entonces les facilitamos que la depositen en nuestros contenedores, de forma que nos aseguramos que la ropa no acabe perdida o depositada en cualquier otro sitio”, sino para la caridad o para ‘Upcycling’, o sea, reutilizarla de forma creativa, precisamente como la rueda de la foto que ilustra el reportaje.También han desarrollado tejidos propios otras marcas, como la española Ecoalf, que si bien no recicla ropa, se dedica a fabricar prendas y calzado hechos con materiales reciclados. Como las zapatillas naranjas de la nuestra modelo de SEO Birdlife, por ejemplo. La empresa fue una de las primeras en poner en marcha una cadena de producción y diseño hecha sólo con tejidos reciclados, siguiendo la estela de marcas como ya clásica Freitag en Alemania, nacida en 1993 y que empezaron bolsos con neumáticos y ahora fabrican ropa.

El pasado mes de septiembre, la marca anunciaba su compromiso por reutilizar los residuos del mar para integrarlos en su cadena de producción, y así ayudar a “limpiar los océanos”, dicen, un trabajo que harán con Ecoembes. Diseñar con materiales sacados del mar, sin embargo, no es nuevo para ellos, pues parte de sus tejidos están hechos de redes de pesca. Además, la compañía emplea materiales usados como botellas de plástico, neumáticos, posos de café, y algodón y lana “post-industrial”. El modelo de negocio se dirige a “crear una economía circular dentro de Ecoalf” y, aseguran, está en sus “cabezas” el llevar a cabo políticas para reciclar nuevamente la ropa de su marca.Esta economía circular es para muchos defensores del reciclaje, el destino natural de la ropa. Es lo que destacan ONG como Greenpeace, que llevan años elaborando una clasificación en la que puntúan a las empresas que hacen “fast fashion” y sus procesos de trabajo, midiendo su sostenibilidad.

Wallapop y el mercadillo, la primera de tus opciones

Pierre Terras es el responsable de residuos europeo de la organización. En su opinión, el futuro será sostenible siempre y cuando “cambien los hábitos de consumo”. Su propuesta para alargar el ciclo vital de la ropa pasa por incentivar la economía colaborativa. “Wallapop y los mercadillos vintage han ayudado a dar salida a esta ropa que ya no usamos”, explica Terras, “y en países como Francia o Alemania, por ejemplo en Berlín, es más que una cultura, es que la gente se organiza todo el tiempo para dar salida a las prendas que no usan”. “Internet y las ‘apps’ han ayudado enormemente y esta es para nosotros la solución”. Ropa ‘vintage’ venden las tiendas de Koopera, una organización sin ánimo de lucro con plantas en País Vasco y Valencia que se dedican a recoger ropa de Cáritas y excedente de tiendas y mercadillos. Sus establecimientos ofrecen ropa de segunda mano y complementos y objetos de decoración hechos con material desechado como ruedas, lámparas o monopatines. Además, diseñan ropa con los sobrantes, como bolsos hechos con pantalón de traje o corbatas.

Entre la planta vasca de Mungía y la valenciana, Koopera procesa 15.000 toneladas de ropa al año. En ambas naves se apilan montañas de ropa que espera a ser separada y preparada para su venta o su reciclaje. Según la ONG que ha vestido a nuestra modelo de Ecologistas en Acción, el 30% de lo que llega –4.500 toneladas anuales– se recicla, ya sea para hacer nuevos materiales de confección, ya sea como aislante para paredes o como alfombrillas o relleno de asiento para los coches. Otro 60% se vende al peso o a otras tiendas ya sea en España o en el extranjero (se envía a Latinoamérica o África) y un 7% se desecha. Para separar las prendas y catalogarlas por sexo, edad y temporada; o separarlas para limpiarlas de botones, cremalleras y enganches para reciclar, se pone en funcionamiento una maquinaria que sólo para por las noches y en las que los operarios y la tecnología trabajan de la mano.

La mezcla de tejidos, el problema

El algodón y la lana, siempre que no hay mezcla de tejidos, “un vaquero con elastano ya no nos valdría”, explica uno de los responsables de la planta valenciana, se separan y preparan en fardos que procesan empresas de hilo que vuelven a vender este material a las marcas. Con Koopera trabajan marcas como Skunfunk o Inditex, que además ayuda a la organización con donaciones para mejorar sus procesos de separado y clasificación de ropa. Empresas como ésta ejemplifican el viaje de la ropa una vez nos hemos desecho de ella. El economista ambiental Federico Demaria imagina, además, una cuarta vía. “Sería interesante que además de los contenedores para depositar la ropa existieran lugares intermedios donde la gente pudiera ir a recoger esta ropa, a intercambiarla, y que esto contara con apoyo institucional”, apunta, “en Barcelona se intentó”. “Nos estamos enfocando en el reciclaje como salvación y yo no lo veo. La solución es que la ropa sea más duradera y repararla”. “Cuando hablamos de residuos siempre hablamos del final, de lo que se tira, pero no nos enfocamos en todo lo que se produce”, explica, “pero cuestionemos la oferta y la demanda y los costes que tiene el reciclaje, porque pone a funcionar una industria que tiene muchos costes, empezando por el de separar materiales para poder empezar el proceso”.

A la luz de los datos, parece propio decir que es un tema complejo y con intereses varios. No en vano, las ONG que colaboran con este reportaje no terminan de decantarse, entre sombra aquí y sombra allá, por ninguna marca, aunque se interesan sin disimulo por las prendas que visten hoy, su composición y ciclo de vida. Como explica Gema Gómez, “un tema muy delicado donde la única verdad que hay es que no hay verdades absolutas, pero si buscamos soluciones que nos ayuden a no tener más problemas en el futuro con la moda y el reciclaje, tenemos que empezar a pensar de otra forma”.

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