Reportaje publicado a principios de mes de marzo en El País (y escrito a lo largo del mes de febrero). Ahora me parece relevante publicarlo en este blog porque, más que nunca, me pregunto si seremos capaces de ver la post-pandemia como una oportunidad para construir una economía nueva más robusta, resistente, sostenible y solidaria. Y verde.
La emergencia climática, que exige reducir drásticamente las emisiones, ha alineado a gobiernos, entidades financieras y empresas. Un ecosistema que moviliza la inversión y favorece la creación de compañías alrededor de la energía limpia.
La energía ha pasado de ser únicamente aquello que pasa a través de un enchufe y a final de mes llega la cuenta, a convertirse en un elemento que cada vez está más cerca de ser controlado por los ciudadanos. Desde que cambió la legislación para que facilitar la generación de fuentes limpias y empezaron a venderse coches híbridos, el usuario ha ido ganando interés en este complejo panorama, más allá de entender de facturas de la luz. Además, el hecho de que la renovable pase de ser algo minoritario a una obligación global para reducir emisiones contaminantes, ha acercado a los consumidores a la energía, desde el momento que pueden producirla, almacenarla e incluso venderla. El panorama emprendedor se nutre de ella para inventar fórmulas que la cuiden y transformen.
Durante la pasada Cumbre del Clima –la COP25, celebrada en Madrid en diciembre bajo la presidencia de Chile– uno de los temas que más mesas ocupó, y de forma recurrente, fue la electrificación de la vida y que esto se base en renovables. Se habló de la financiación de proyectos (nunca antes habían tomado la palabra los ministros de finanzas de los países en un evento climático de esta magnitud) y del origen de los consumos. “Tenemos ambiciosos horizontes que alcanzar desde el Acuerdo de París. Limitar el calentamiento a los 1,5º grados y la descarbonización. Hacen falta soluciones para abordar retos climáticos y acelerar la transición y poner el foco en el consumidor final”, resume Javier de Cendra, decano de la IE University Law School, y especialista en legislación en materia energética.
No parece difícil imaginar que, con el calentamiento global llamando a la puerta de todos los territorios (se estima que se necesite más energía para adaptarse a las temperaturas extremas), se interesen por ella gobiernos, entidades financieras y compañías y movilice el emprendimiento y creación de nuevas empresas. Según de Cendra “ha sido por la presión de todos ellos que se ha acelerado el emprendimiento en materia climática y especialmente energética y ha ello ha ayudado la facilidad para monitorizar y hacer un seguimiento”. Sin embargo, según explica el ingeniero industrial y profesor de la Politécnica de Madrid José Luis de la Fuente O’Connor, “aún pinta lejano el momento en el que el consumidor en España se pueda hacer cargo de su uso, generación y distribución” o incluso de comprar su propia red, como pasa en países como Alemania.
Una reforma más profunda
“Los ciudadanos pueden por primera vez generar, almacenar, devolver a la red y vender energía pero aunque el consumidor tiene legal y tecnológicamente ese papel garantizado, en la práctica aún somos consumidores pasivos con contratos de adhesión y sin la información que te indique que puedes hacer algo con tus consumos”, remarca Fernando Ferrando Vitales, presidente de la Fundación Renovables. Desde este organismo exige que se “cambien las leyes” y hace referencia a los contadores inteligentes que se impusieron desde Europa hace unos años pero a cuyos datos es difícil acceder y, mucho más, entender. “Falta una reforma del sector eléctrico que sea más flexible, transparente y que tenga información de carácter horario, porque deberías consumir cuando sea más eficiente hacerlo y que eso tenga un premio económico”.
El hecho de tener contadores inteligentes abre la puerta a los negocios que giran en torno a los datos; sin embargo, acceder a ellos no es sencillo. Lamenta José Luis López, de la Asociación de Ciencias Ambientales (ACA) que “la información esté en manos de las compañías; pues sin eso no puedes sacar conclusiones y reducir costes o tomar decisiones, y esto limita que el consumidor pueda estar en el centro de su energía, de la generación o suministro”. ACA está formando a agentes que puedan informar a todos los colectivos, “especialmente a los más vulnerables porque aunque ahora este sector parezca más atractivo, sigue habiendo pobreza energética”. La desigualdad sigue siendo uno de los caballos de batalla en el panorama energético en España y se sitúa casi al mismo nivel que los compromisos por paliar la emergencia climática a través de fuentes limpias y reducción de emisiones.
Una fuente de empresas verdes
“Queda tanto por hacer para transformar el panorama y el sistema energético que todos los sectores pueden jugar un papel en los nuevos desarrollos que hacen falta, desde el consumo, al transporte y el almacenamiento y en toda la cadena de valor, desde la ingeniería pura a los automóviles o la generación y el almacenamiento de la misma”, apunta el profesor del IE. Para él, la oportunidad “puede suponer la internacionalización de la compañía en cuestión, porque las empresas de esta naturaleza diseñan soluciones escalables”. Asegura que es cada vez más frecuente encontrar proyectos de emprendimiento alrededor de la energía y la sostenibilidad. “Desde 2017 se ha producido una explosión; los alumnos se interesan muchísimo por lo verde y ahora la financiación ya no es un freno. De cada 1.000 startups nacidas en el IE, un porcentaje muy alto e imparable es el llamado ‘emprendimiento verde’ para resolver el impacto ambiental de proyectos y sectores y producir soluciones sostenibles o basadas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible”.
Un empuje al que ha contribuido, según este experto, la presión climática que ha movilizado a sectores como el financiero y el industrial, y acuerdos como el Green New Deal. “Una vez que los bancos han entrado en la financiación verde, se han puesto las bases legales y han tomado partido las grandes empresas, todo se puede acelerar. Es frecuente que haya proyectos de emprendimiento en sus incubadoras”, explica. Enel, Repsol o BP son algunos ejemplos. Programas que, sin embargo, organismos como la Fundación Renovables miran con recelo. “Estos experimentos de las corporaciones son una muestra de que estamos más en la comunicación que en la acción”, mantiene Fernando Ferrando, su director.
La madrileña Energy Flow Concept no necesitó a ninguna gran compañía detrás para poner en marcha su consultoría energética, que arrancó en comunidades y fincas de vecinos y ahora está también diversificando hacia el rural y áreas más pequeñas; en proyectos que incluyen todas las patas, desde la domótica y la transformación de residuos en energía hasta la valorización de los sumideros de CO2 “y siempre con la meta de empoderar a los ciudadanos”. Son un proyecto “orgulloso” de pertenecer desde su nacimiento al triple balance, que alinea lo social con lo ambiental y económico, y que celebra que “desde Davos se haya planteado un cambio del sistema económico que sin duda ayudará a este tipo de empresas que habíamos tenido un discurso minoritario”, explica Fernando González, uno de los fundadores. “Desde el primer día del Foro se habló de transformar a las organizaciones en esta dirección y lo vemos en el liderazgo de los fondos de impacto; el legislador va más lento pero camina hacia allí y de lo que no hay duda es de que los barrios van a sufrir un cambio absoluto de aquí a diez años porque las comunidades de propietarios van a producir energía; los edificios van a decidir cuánto consumen, cuánto acumulan y cuánto producen”.
Todos los expertos consultados coinciden en que esta tendencia es “una evolución natural”. Así lo define el urbanista y arquitecto Ignacio Alcalde Marcos, fundador de City Focus, colaborador de ONU Habitat y experto en ciudades inteligentes. “Todos vamos a ser consumidores y productores e incluso generaremos ingresos, de ahí el auge de las redes inteligentes”, plantea. “Este planteamiento es una revolución en la generación: tu casa y tu coche pueden producirla y podrás decidir en qué momento produces, cuánto quieres consumir y devolver a la red”. El centro de investigación vasco Tecnalia transita en esos territorios. “La vida que hacemos puede producir energía. Los ejemplos más claros son el autoconsumo y los coches eléctricos pero hay otros más complejos para los que tenemos que tener tecnologías y herramientas”, apunta Ángel Díaz Gallo, director del área de Smart Grids en Tecnalia.
Incubadoras de proyectos
Este experto en redes inteligentes asegura que “el dato ha facilitado mucho esta integración” y pone como ejemplo el caso de la movilidad. “Ahora podemos saber el comportamiento del usuario, de la infraestructura diaria, la calidad del aire… Esta forma de trabajo se puede aplicar en todos los ámbitos; el relativo a redes, al almacenamiento, a la edificación”. “El terreno está abonado, los datos están aquí y las startups entran aquí de una forma muy natural, de ahí que cada vez haya más apps para controlar la energía y empresas interesadas en apadrinar proyectos que nacen e incluso crecer a través de adquisiciones”, como es el caso de BP, por ejemplo, que compró su pata solar con Lightsource, que, por cierto, acaba de abrir sede en Madrid.
La del emprendimiento verde pegado a la energía y la digitalización es, según el directivo de Tecnalia “una revolución que requiere una organización del trabajo mucho más híbrida y transversal; se necesitan perfiles más completos a la hora de abordar proyectos, tecnologías y negocios de forma transversal”. El ejemplo de proyectos como Energy Flow Concept precisamente encajan en esta definición; ellos se definen como “una red de consumidores y profesionales que integra todos los oficios involucrados en la gestión”.
Conocer mejor la energía y recibir una información clara y transparente para tomar decisiones es uno de los retos a los que se enfrentan el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE). “No podemos pretender explicar esto a los ciudadanos como si todos fueran ingenieros, pero deben aprender qué significa su factura y además conocer el papel que pueden jugar ellos en la generación y almacenamiento”, resume Joan Groizard, director general del IDAE, que considera que queda mucho por aprender. “Durante mucho tiempo el papel del consumidor en los planes de energía era muy genérico, pero ahora hay medidas muy específicas, como el papel de la ciudadanía en la descarbonización; se habla de financiación, de apoyo y formación y hace foco en el acceso a los datos, que es vital”.
Coches y viviendas eficientes
El coche eléctrico es, posiblemente, el elemento que más se asocia con la generación por parte de los individuos. Cada vez más gente se interesa por ellos y aprende que puede devolver a la red o aprovechar horas valle para cargarlo. También existe un creciente interés por la vivienda (o las oficinas) como un elemento que produce y almacena energía e importa cómo está construida y reformada. “El 36% de las emisiones de Co2 y el 40% del consumo energético viene de los edificios”, publica el Green Building Council. Este organismo urgió a la acción en la pasada Cumbre del Clima; su consejera delegada, Cristina Gamboa fue firme: “No se puede seguir construyendo así y hay que reformar lo que ya está en pie para asegurar un futuro energético eficiente”. Gamboa insistió, además, en que el mundo energético “debe ser más transparente en materia de información para que los ciudadanos puedan organizarse”.
Una necesidad que recoge IDAE, que en palabras de Groizard, considera “urgente dar información a los ciudadanos sobre sus casas y consumos y crear cultura de garantía de los edificio, porque se demanda garantía por cualquier compra pero no por una casa que pierde frío o calor”. El instituto se compromete a rehabilitar 1.800.000 viviendas en una década con fines de eficiencia energética. Un plan que previsiblemente se convertirá en una fuente de empleo. “Hay ecosistemas empresariales cada vez más ambiciosos en el sector, pero queda mucho margen de crecimiento. Por ejemplo, en la gestión de las fincas; los vecinos pueden montar comunidades locales y las oficinas y colegios aprovechar sus cubiertas para generar energía”, remarca el directivo.
Las cooperativas
Una de las primeras piedras que se puso en el emprendimiento energético fueron las cooperativas; esas organizaciones que producen su propia energía. Durante años ha sido algo minoritario pero últimamente parece haberse perdido el miedo a dejar las grandes compañías. Las cooperativas han contribuido sin lugar a dudas a concienciar al ciudadano sobre el uso de fuentes verdes. “Los consumidores empiezan a unirse porque tienen otras inquietudes y porque las renovables invitan a ello, a compartir. Se corre mucho la voz y crece de forma importante el mundo de las cooperativas”, expone Santiago Ochoa, de la vasca Goiener.