Greta, ¿a un paso de ser un juguete roto?

Ayer estuve haciendo una cobertura para el diario WELT y me tocó ir a recibir a Greta Thunberg a Chamartín, donde llegaba. El encargo era, básicamente, tomar la temperatura de la estación, de los transeúntes y viajeros y esto es lo que salió… Y vista la rueda de prensa y el agobio mediático al que se sometió a la activista sueca (recomiendo mucho leer a Eduardo Robayna en Climática) me pregunto… muchos nos preguntamos… ¿Estamos creando los medios una bola de nieve?IMG_1156 (1).JPG7.20h. de la mañana; 1 hora y 20 minutos para la llegada del tren de la activista ambiental Greta Thunberg. El panel de la estación de Chamartín ya anuncia el Talgo que la trae. Al filo de la media noche la cuenta de Twitter de la empresa ferroviaria había colgado una fotografía de la muchacha dentro del vagón, cubriéndose la cabeza con una capucha mientras una cámara de televisión la grababa desde detrás de un cristal. La imagen transmitía cierta claustrofobia. La estación madrileña, que conecta también con la línea 10 de metro está medio vacía. Es festivo en España, el día de la Constitución, por hoy los maletines y las mochilas han sido reemplazados por maletas de individuos, parejas y familias que salen de vacaciones hacia el norte del país.

Ni rastro de un cartel que reciba a la joven.Fridays For Future se había ocupado ayer de compartir con la prensa que el momento para encontrarse con la joven sueca era la rueda de prensa y la manifestación de la tarde, no en la estación. Hasta anoche aún no estaba claro a qué estación iba a llegar Thunberg. “No queremos comentar nada, es mejor que la dejéis”, contaba Tomás al otro lado de Telegram. Ni Fridays For Future, ni Extinction Rebellion ni Juventud por el Clima. Nadie parece estar allí para esperarla, pero la prensa va llegando como un goteo constante de micrófonos, cámaras y redactores. “Renfe [la compañía nacional de tren] va a decirnos por qué andén debemos ir, allí no hay control así que podemos hacer fotografías. Lo que no sabemos es si se meterá al metro o irá en coche eléctrico”, comenta Leo, el cámara de la Agencia EFE.

En la sala de espera de la estación, aguardan unas cuantas familias y grupos de amigos miran atentamente a la pantalla mientras sorben sus cafés. “Yo la verdad es que nos sabía que iba a venir”, cuenta Sonia (47), que va con su hermana de viaje Soria. “Creo que habrá revolución cuando la chica llegue. Mi sensación es que en España hay mucha política alrededor de todo y al final nadie toma decisiones. Los jóvenes están más en este asunto porque están más influenciados por el tema de internet, de Youtube. Hay más información pero son más manipulables e influenciables. Lo de Greta se ha inflado; sobre el cambio climático mucho hablar y nadie hace luego nada, porque yo trabajo en el sector servicios y la gente aún no exige cambios. La prioridad es trabajar y sacar adelante a nuestras familias y no queremos que haya paro. Las nuevas generaciones no saben ni lo que quieren”.

Al rato llegan Roberto (19) y su prima María (17) también van hacia Castilla en el tren de las 8.15. “Estudio geología y en la Universidad, que solemos hablar de cambio climático, suele salir su nombre. Es una persona muy influyente”. María, todavía estudiante de instituto, asegura que es en la tele e Internet donde más escucha hablar de ella. “Me he unido a las huelgas del cambio climático pero creo que a la gente se le está yendo la cabeza con ella. Ven a una niña pero no lo que hay detrás. La política y gente que la utiliza para limpiar su imagen, es algo que comentamos mucho en Internet. Esa es la fuente de la que más me fío, es en Internet donde se puede conocer mejor lo que piensa la gente, que es que se está distorsionando la imagen de la niña”.

¿Sabíais que Talgo ha compartido en tiempo real la ruta de su tren?, les pregunto. “Es cuestionable cuanto menos, una invasión de la privacidad, no me gusta”. Marcial va a trabajar a El Escorial, a media hora de Madrid en tren de Cercanías. Es peruano. “Esa Greta es ecologista, ¿no? Pues no le voy a caer bien porque yo soy taurino y esa gente no le gusta el toreo. Pero digo yo, que no es lo mismo un toro que un perro, ¿no?”. Cerca del andén 15, donde se esperaba que llegara, hay un grupo de señoras de mediana edad que se van de puente. Amelie y sus amigas no quieren salir en fotografías ni hablar de Greta. Hay en sus ojos cierta desconfianza. “Lo único que te voy a decir es que a esta chica le están robando la infancia los medios de comunicación”, asegura.

Miguel y su novia van a Bilbao. Tampoco saben que la activista sueca va a venir. “No tenía ni idea pero es importante que venga y ayude a concienciar a la gente porque es necesario un cambio”, dice Miguel. A quince minutos de la llegada del Talgo, Renfe avisa de que se puede bajar al andén, que no hay control de seguridad pero que hay que guardar el perímetro de seguridad.En la parte de arriba, compartiendo espacio con unos 14 agentes de policía nacional encargados del dispositivo de seguridad de la joven, hay medios españoles, chilenos y portugueses.

Comparten la noticia de que hay muchos compañeros de los medios dentro del tren, viajando con Greta. Así que, cuando las puertas se abran, habrá más de 120 personas intentando captar la instantánea de su llegada. Sigue sin haber seguidores de Greta esperándola. “Seguro que es que ayer salieron de fiesta, es pronto para ellos y es festivo”, bromean los periodistas, igualmente sorprendidos porque su comitiva española no esté allí para recibirla.

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Tímida, al principio del andén, aguarda María, una chica de 33 años de San Sebastián (Euskadi). Está nerviosa. No lleva acreditación así que por sus gestos se revela como una ‘fan’. No quiere que le tomen fotos. “Estoy muy nerviosa y soy muy tímida”, confiesa, “he venido a coger el tren y al ver tanta policía y medios de comunicación he preguntado a mi madre si sabía qué podía pasar, me ha dicho que era por Greta. Y me he quedado”. En el andén, María se hace hueco entre las escalerillas que han puesto los fotógrafos y las grandes cámaras de televisión. El tren, que ha tardado más de 10 horas, avanza despacio. Madrid es la última parada. Greta tarda 15 minutos en dejar el tren. Del convoy han ido saliendo algunos viajeros y muchos periodistas.

Hay japoneses, austríacos, portugueses, entre otras muchas nacionalidades. La policía pide calma y respetar un cordón de seguridad, “respeten a la celebridad”, pide un agente.

Un grupo de cuatro azafatas de Renfe se acerca, curiosas. “Qué barbaridad”, exclama la que parece más mayor. También hay seguridad privada. “Yo no he visto esto en mi vida, la chica me ha dado una pena terrible. Parecía muy asustada y frágil, no la dejaban avanzar”, explica la trabajadora que ha escoltado a la joven y que no quiere que se la identifique por su nombre ni fotografía. Es la misma opinión que tiene el jefe del dispositivo privado que la acompaña. “Esperemos que no tengamos que volver a vivir esto nunca más”, explica. No hay ni rastro de los ‘fans’ de Greta.

Ella, escoltada por agentes de policía que la doblan la altura, detrás de su capucha blanca, abandona el andén. Las escaleras mecánicas, muy estrechas, están abarrotadas. La policía pide calma y espacio. La activista no va a coger el metro, está un coche rojo eléctrico esperándola en la puerta. ¿Quizá ahí sí que la espera algún fan? El revuelo que deja a su alrededor es considerable. Son las nueve y cuarto de la mañana y la estación empieza a cobrar vida. Greta se dirige a IFEMA, donde se está realizando la COP 25, y dará un paseo por la zona verde, la menos restringida.Hay jóvenes y mayores aún sorprendidos por lo que han visto, mientras esperaban su tren. La prensa, que ha conseguido la instantánea, repone fuerzas en la cafetería más cercana. Pero sus caras no son alegres, no muestran satisfacción. “Ha sido una cobertura informativa triste”, confiesa Lucía, reportera de la televisión pública española. “En momentos así te das cuenta de la fuerza que tiene la prensa para crear fenómenos”.

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