Sobre orden en casa, en La Oficina… en la vida y en la gestión de esta hablamos en Cambio 16. Y este es el viaje que hice, que sin duda a la primera a la que le cambió la vida y la forma de ver las cosas es a mi. Despego, dejar ir para dejar entrar lo nuevo…
No nos engañemos, creamos más o menos en las energías y lo espiritual, todos hemos experimentado entrar a una casa o a un local y sentir que nos gustaba o no, a la primera. Hay casas que dan equilibrio, que tienen luz, y no solo por los ventanales; casas en tonos cálidos, con colores más fríos… Casas que invitan a quedarse y casas que nos echan nada más cruzar el umbral. El orden es materia de estudio desde el principio de los tiempos. Los griegos teorizaron sobre él, contraponiendo caos y la ciencia intenta dar un orden, una lógica a todo lo que escribe y estudia. La filosofía oriental –adaptada a occidente desde hace décadas en forma de minimalismo– mantiene que todo lo que ocurre fuera, en lo material, es un reflejo de lo que pasa dentro, en nuestra mente y en nuestras emociones.
“Cuando psicológicamente se vive en un espacio que es un caos lo que ocurre es que existe un desorden interno”, explica la socióloga Josefina Rueda, experta en filosofía y pensamiento crítico, y blogger en ‘Rebeldes Digitales’, “pero también existe un desorden en la gente que limpia y recoge de forma compulsiva”. Y no sólo habla del orden de la casa o del espacio de trabajo. Para ella “la alimentación, las rutinas, los valores y saber priorizar en un mundo que te avasalla” es clave para poder funcionar en el día a día y convivir con los demás. “Si no hay orden en una pareja y en el espacio y las rutinas que comparten, las cosas no pueden salir bien”, responde tajante.
Mili Lazcano es diseñadora de interiores y profesora de yoga. Durante años, Lazcano trabajó en Los Ángeles, donde el interiorismo se respeta, desde hace décadas, tanto como la profesión del arquitecto. “Se concibe como una combinación con el arte, desde el punto de vista de la creatividad y de la empatía”, explica esta profesional. En su carrera ha diseñado casas para parejas cuya convivencia se hacía imposible, precisamente, por la desorganización de espacios. “Hay que mantener entrevistas personales con ambas partes –cuenta–, entender qué les gusta, qué les molesta de sus parejas y la forma que tienen de organizar espacios y entonces trazar un plan de acción”.
El interiorista ayuda a organizar espacios desde cero. “Sería como una tormenta a la que le sigue la calma”, define, “pero reorganizar les cambia la vida”. En las casas en las que convive una pareja Mili Lazcano recomienda “adaptarse al más desordenado, al que por ejemplo deja un abrigo tirado por costumbre, ponerle un armario a mano para que no lo deje tirado”. Lazcano destaca también que el tamaño de las viviendas a las que nos estamos acostumbrando en España dificulta y mucho la convivencia. “Si las casas fueran más amplias, con techos más altos, si no se saliera del cubículo de la oficina para irse a otro cubículo, habría muchas menos separaciones”, asegura.

Otro de los problemas asociados al desorden, sin embargo, es la acumulación de cosas. Y esta es “inherente a la sociedad en la que vivimos, que nos lleva a acumular cosas, a salir de casa y no poder evitar volver con algo”, apunta Josefina Rueda. ¿Debemos volver a los básicos y vivir con poco?, le planteamos. “Creo que no hay marcha atrás, que el consumismo de EE UU llegó a la austera Europa para quedarse, vivimos en una época de avaricia”, contempla, “pero hay que estar alerta a la cultura del usar y tirar, somos una cultura acumuladora, nada nos sirve ni nos llena”. Y no solo es que la sociedad actual sea avariciosa, es que los ritmos laborales tampoco ayudan. “El tiempo que tienes libre condiciona ordenar o no”, cuenta, “así que la gente que tiene sus horarios laborales terribles no tiene tiempo de ordenar… Va sobreviviendo”.
Los objetos dan paso a otros nuevos
Las revistas de decoración –y de Ikea– nos plantean un mundo organizado, donde todos los colores casan y donde uno soñaría por trasladarse a vivir. En el siglo XXI, además de ellas, conviven con tutoriales, vídeos y libros. Según la revista Time, una de las 10 persona más incluyentes en 2015 es Marie Kondo. Esta japonesa es la autora del bestseller La magia del orden (Aguilar, 2015) y su filosofía ha inspirado a todo tipo de coaches, diseñadores y ordenadores profesionales. Su teoría es la de no acumular, la de tirar, la de desechar todo aquello que genera infelicidad y hacerlo de una vez, sin ningún testigo. “En el caso de que haya un montón para conservar, otro para tirar y otro en duda… tira los dos últimos”, explica en su libro. Para ella, todos los objetos tienen un propósito en la vida de cada uno y cuando lo cumplen, han de dar paso a otros nuevos.
Es lo que cree, mantiene y predica Beatriz G. Acebrón, directora del proyecto Mi Plan Be. “Cuando tiras algo, liberas una memoria –apunta–, estás dejando que la energía nueva entre y pasan cosas”. Además, explica, “si tiras estás demostrándote que no tienes apego a las cosas, que no te quedas con nada que no necesites”. Cuenta Acebrón la historia de varios de sus clientes, gente que llegó a su consulta para intentar solucionar problemas relacionados con no encontrar el camino profesional y personal adecuado, fuerte de su terapia.
“Hubo un caso de una mujer que tenía su casa llena de cosas, que acumulaba objetos que no se atrevía a tirar –explica– y para mí lo de dentro es lo mismo que lo de fuera, así que ordenamos, a través de cartas o de escritura automática, todas las cosas que hay que dejar ir… y ese trabajo de ordenar la mente nos lleva también a ordenar la casa”. Mantiene ella que “es muy difícil tener una mente limpia y clara viviendo en un entorno caótico o tener un interior caótico y ser exteriormente ordenada”. ¿Y lo de que mi desorden es orden? “No es real, son excusas que nos da el ego para posponer tomar partido en nuestra vida”.
El mindfulness o la capacidad –o el esfuerzo– para vivir en presente y tener todo bajo control también es una forma de orden y aclarar la mente. José Manuel Calvo, autor de Mindfulness: el arte de controlar tu mente (Alienta, 2017), recomienda aplicar esta técnica para aprender a observar “nuestra preocupación o diálogo interno, muchas veces dañino y que pasa desapercibido”. Para él, el mindfulness nos ayuda “a ser más consciente de la vida que estamos viviendo y ordenar nuestros asuntos, centrando nuestras energías en cuestiones más gratificantes”. Asimismo, habla de las rutinas, como una forma de orden. “Mantener nuestros horarios y entornos físicos en orden nos permite suprimir elementos innecesarios en la mente, aportandonos serenidad y mayor facilidad para estar estables y atentos”.
Kondo, la madre de casi todo esto
La filosofía de la japonesa Kondo ha inspirado a tanta gente que kondear es un término muy extendido entre los amantes de la decoración. Existen libros, tutoriales y programas de televisión orientados, precisamente, a aplicar esta filosofía de vida que, según la psicopedagoga Beatriz G. Acebrón, “no es un tema solo del espacio en casa, sino que se aplica a todos los ámbitos”. Alicia Iglesias, bloguera de ‘Orden y limpieza en casa’ y colaboradora de un programa sobre esta temática en televisión, también habla de desapego, de aprender a tirar. Su trabajo consiste en “ayudar a la gente a tirar cosas”.
“Ordeno casas para que la gente viva más tranquila pero viva más feliz en su entorno más sagrado –apunta–. El caos interior es el caos exterior, está relacionado, ni dentro ni fuera has de tener cosas que no te gustan”. Y así, además de su labor divulgativa, se desplaza a casas donde ayuda a la gente a perder el miedo a “abrir espacios y recuperar así el control de sus casas y sus vidas”, que para ella forman parte de una misma cosa. “El 60% de mi trabajo se basa en esto, en organizar espacios, en visibilizar la cantidad de cosas que guardan, como vajillas nuevas que no usan porque esperan que llegue una ocasión especial… También en volver a colocar casas después del fallecimiento de uno de los miembros de la familia”.
El cometido de Iglesias consiste, en primer lugar en el trabajo del desapego, pero también en la organización de las rutinas. “Hay que aprender a ordenar prioridades, empezando por ser puntual… –cuenta–, hay que ser conscientes de que tenemos que dominar nuestro tiempo y aprender a hacerlo”. Entre sus consejos para decorar y reorganizar está el romper con viejas estructuras de casas museo. “Todos tienen que sentir que viven en esa casa, que son parte del mismo proyecto, y esto se aplica a los niños. Para ellos no aconsejo un cuarto de juegos, recomiendo darles espacio en el salón, que también es su casa”. Y alerta sobre una cuestión recurrente que puede afectar a las relaciones en el medio y largo plazo. “Si les quitas un espacio, si les dices que la casa es tuya y no suya… estás generando un problema: las cosas solo son eso, cosas”.
Un consejo
Ni una sola de las voces de este reportaje ha pasado por alto el concepto de caos para poder fomentar el arte y la capacidad creadora. Y todos coinciden: el orden es en realidad armonía. El control excesivo merma la libertad, personal y también creadora. “Quizá tu caos es tener una pila de libros en el suelo, y no es desorden, es armonía”, apunta Beatriz G. Acebrón. “La creatividad siempre fluye mejor en ambientes armónicos”, añade Mili Lazcano, “pero entrar a una casa que tiene papeles acumulados y donde no hay espacios, donde ves arraigo a objetos aparentemente sin utilidad por todas partes, causa rechazo”.
Y una vez más volvemos a la energía que fluye en las casas, esa en la que aunque no creamos, nos genera mejor o peor sensación al poner el pie en una nueva vivienda. “Aconsejo a todo el mundo tirar cosas que lleva tiempo sin usar, que no hacen falta… el experimento es rápido, notas cómo se van liberando memorias”, cuenta Acebrón, “y dejarás entrar nuevas ideas, no hay margen de error”. ¿Debemos vivir como japoneses?, preguntamos a Josefina Rueda. “No seríamos capaces, como occidentales… no me imagino que tuviéramos una habitación diáfana con un colchón guardado en el armario… hay que construir con lo que tenemos, no imitar a nadie”.
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